Comenzando de nuevo a los 50, aprendiendo un nuevo trabajo, mudándose a un nuevo continente: Cristina Griffo, de 51 años y dos niños, lo ha hecho y ahora, un año después del gran salto, dice que está muy feliz. «Pasé la mitad de mi vida en Roma y la otra mitad en Venezuela. El sueño era regresar a Roma, pero era casi imposible abrir una pequeña empresa, demasiados impuestos. Entonces comenzamos una nueva vida en España, que nos recibió con amabilidad y disponibilidad ». Ahora la familia de Cristina ha estado viviendo en Valencia durante un año, donde dirige un café: la hija menor va a la escuela y el hijo mayor estudia en Sapienza en Roma, con la idea de unirse a ellos una vez que terminen la universidad.
La historia de Cristina, nacida y criada en Roma, comienza desde lejos: de un tÃo que hizo una fortuna en Venezuela y que deja la compañÃa a su hermano, el padre de Cristina. En 1995, ella también, que en ese momento tenÃa 24 años, se unió a él en América del Sur, seguida de su prometido: se casaron y tuvieron dos hijos, y trabajaron durante 23 años en el negocio familiar. "Prácticamente vivà la mitad de mi vida en Italia y la otra mitad en Venezuela: pero cuando pudimos nos fuimos a Roma, al menos una vez al año. Lo vi cambiar con los ojos de quienes son externos a la situación, por lo tanto, es más lúcido ". Ãl ve una ciudad que se vuelve cada vez más compleja y agotadora, pero Roma sigue siendo el sueño, el hogar al que volver. Especialmente cuando la situación en Venezuela se pone tensa, con la gran crisis que empobrece al paÃs y el endurecimiento del régimen de Maduro. "HabÃamos llegado al punto en que estábamos preocupados por nuestra seguridad, tenÃamos miedo: enviamos al hijo mayor a Roma para estudiar allÃ, la niña tenÃa prácticamente miedo de salir de su camino". Quedarse fue una lucha, pero irse no fue fácil, desde un punto de vista económico: los ahorros de una vida se habÃan devaluado. "Con Venezuela en declive, Roma era nuestro sueño". Entonces ella y su esposo se sientan y tratan de llegar a fin de mes. Se preguntan: ¿podemos permitirnos regresar a Italia, vivir en la capital, obtener una licencia y poder pagar impuestos? «No, con la carga fiscal tan alta que hubiera sido imposible. Entonces pensamos en Valencia: ya sabÃamos el idioma y allà tenÃamos amigos ».